Barbero Militar: A story for Spanish readers
An experience from a Spanish reader:
Note: You can find a rough English translation for this story below. Translated using Google Translator.
De pequeño era más rubio
La historia que voy a contar le sucedió realmente a un chico marroquÃ, natural de la ciudad de Tánger. Actualmente es propietario de varios negocios. Con frecuencia yo acudo a una barberÃa que regenta. En ella tiene empleados a varios barberos, la mayorÃa parientes suyos. Nos pusimos a charlar amigablemente y me interesé por sus rasgos faciales, impropios para un joven de raza árabe. Me explicó que en el pasado la ciudad de Tánger fue colonizada por gentes provenientes del norte de Europa. Asà se explica que algunos de ellos tengan el cabello rubio y los ojos azules. Pero lo que voy a narrar se originó a partir de una frase que pronunció con contundencia “de pequeño era más rubio”. Me contó lo siguiente:
-Yo de pequeño era aún más rubio. Mi padre fue el culpable de que se me oscureciera el pelo. Mi familia y yo llegamos en 1991 a España. Mi padre habÃa ejercido de barbero en un barrio muy humilde de Tánger. Sólo sabÃa hacer lo básico. A su pequeña peluquerÃa acudÃan principalmente hombres mayores y niños. A todos les metÃa la maquinilla, no les daba opción. A la mayorÃa de los niños, especialmente en verano, después de pelarlos al cero con aquellas maquinillas de mano tan antiguas, les rasuraba la cabeza. Se la enjabonaba y con la navaja barbera les dejaba el cráneo mondo y lirondo, sin sombra de pelo. También los viejos del lugar tenÃan por costumbre afeitarse el cabello a la vez que la barba. Un tanto por ciento muy elevado de los clientes salÃan sin un solo pelo, como bolas de billar.
-Mi padre cuando vino a España trabajó en otros sectores que no tenÃan nada que ver con la barberÃa. Comprendió que esos rapados brutales que acostumbraba a hacer en Marruecos aquà no tenÃan seguidores. En casa, en un cajón de la cocina, guardaba con mimo y perfectamente ordenada su preciada herramienta. Incluso con frecuencia, a pesar de no utilizarlas, aceitaba las maquinillas manuales para que estuvieran siempre listas para usar, evitando que se oxidasen.
-Yo en aquel momento era su único hijo varón. Todos mis familiares me adoraban y se maravillaban de mi cabello rubio y ondulado; especialmente las mujeres de la familia hacÃan elogios de mi pelo. Mi padre era el imán de la ciudad en que vivÃamos y siempre estaba muy ocupado, pasaba poco tiempo en casa; sólo le veÃa a las horas de la comida y por la noche. Pero según fui creciendo, al cumplir la edad de siete años, empezó a disgustarse por la largura de mi cabello. Era un hombre taciturno y poco dado a expresar sus sentimientos. En más de una ocasión se sintió ofendido porque algún paisano suyo le habÃa comentado que yo parecÃa una niña. Para un musulmán, tan celoso de sus creencias como lo era él, aquello suponÃa una grave ofensa. En el Corán se condena expresamente que un varón vista ropa femenina y adopte poses propias del sexo femenino. SabÃa que la culpa de todo aquello la tenÃa la largura de mi pelo. Se fue guardando para sus adentros todo su resentimiento y resquemor, a la espera de encontrar la situación más propicia para actuar en consecuencia.
-Desgraciadamente para mà llegó ese dÃa. Mi madre y mis hermanas mayores tuvieron que partir precipitadamente a Marruecos porque mi abuela se encontraba grave. Nos quedamos mi padre y yo solos en la casa. Como decÃs por aquÃ, la ocasión la pintaban calva, y nunca mejor dicho. Mi padre habÃa pedido unos dÃas de vacaciones para poder cuidarme. Era el único que se podÃa hacer cargo de mà porque yo era aún demasiado pequeño para hacer un viaje relámpago; además no podÃa perder dÃas de clase. En aquel tiempo éramos una especie de pioneros, venidos del Magreb, para trabajar en la próspera Europa. En las ciudades de provincias apenas habÃa paisanos y conocÃamos a muy poca gente. Lo que estaba claro era que mi padre no encontrarÃa una mejor ocasión que aquella para poner en marcha su malévolo plan. No tendrÃa que soportar las súplicas de mi madre y hermanas, que con mucha sutileza solÃan salirse con la suya. Recuerdo que era una tarde de domingo. Papá y yo estábamos comiendo en la cocina. Me miraba de una forma muy extraña. Yo sabÃa que al estar con él a solas no podÃa contar con mis habituales apoyos femeninos. Me rasqué involuntariamente la cabeza. Mi padre, con aquellos ojos negros y profundos, me miró fijamente y recibà su primera recriminación:
-Vas a llenar el cordero de pelos. Ahora tienes las manos sucias de tanto rascarte la cabeza. Yo voy a poner arreglo a esto hoy mismo, en cuanto acabemos de comer. Date prisa, te tengo preparada una sorpresa.
Con siete años no supe captar la fina ironÃa empleada por mi padre. Incluso me imaginé que me harÃa algún regalo, algunos chuches reservados para después de la comida. Recuerdo que comà más deprisa de lo habitual. Una vez que hubimos terminado le ayudé a recoger la mesa. QuerÃa que estuviera contento; ¿cuál serÃa la sorpresa que me tenÃa reservada?
Observé como se dirigÃa al cajón de la cocina en donde guardaba sus cosas. En más de una ocasión habÃa escondido allà algún juguete para mÃ. TenÃa una llave, de la que nunca se separaba, con la que abrÃa aquel misterioso cajón. Nadie más que él tenÃa acceso a su contenido. Le vi enredando en su herramienta. Sacó un paño blanco grande, inmenso, que lo tenÃa envuelto en un papel marrón de los que se usan en las ferreterÃas. Después vi como ordenaba su herramienta. La colocaba cuidadosamente encima de la mesa de la cocina. Yo seguÃa expectante; deseaba que acabara cuanto antes con todo aquel ceremonial. QuerÃa disfrutar de inmediato de la sorpresa que me habÃa prometido. Pero mi padre, con paciencia y meticulosidad, fue depositando todo el instrumental de su antigua profesión: las maquinillas manuales, cromadas y resplandecientes; su juego de navajas, heredado de un tÃo suyo con el que aprendió el oficio, una taza metálica; un cepillo con el mango de madera….
Comenzó a engrasar las maquinillas con un aceite especial; las querÃa en perfecto estado. Yo empezaba a impacientarme. Para mà todo aquello era un aburrimiento, una pérdida de tiempo. Sin embargo no protesté porque sabÃa que tenÃa las de perder. Mi padre me castigaba sin el menor de los miramientos si me enfrentaba a su autoridad. Ya tenÃa experiencia de ello. No querÃa perder mi regalito. Me recuerdo a mà mismo aburrido, mirando por la ventana, ojeando el reloj. Al fin terminó con todo aquello. Yo pensé que era absurdo cuidar tanto aquellos trastos si no los iba a usar con nadie. En mis siete años de vida no recuerdo haberle visto cortar el pelo a nadie. A mà me lo retocaba mi madre, con unas tijeras con la empuñadura de nácar. En la mayorÃa de las ocasiones mi padre habÃa protestado porque el flequillo casi me llegaba a la punta de la nariz. Las mujeres árabes, como decÃs por aquÃ, saben tener mano izquierda, y aparentar que obedecen a sus maridos aunque en el fondo se haga su santa voluntad. Para mi desgracia no contaba con ningún apoyo, estaba como en las pelÃculas del oeste “solo ante el peligro”. Mi padre me echó una mirada un tanto siniestra y sonrió con malicia antes de comunicarme lo que me esperaba:
-Ahora no está ni la mamá ni las hermanas para que el niño bonito, se esconda entre sus faldas. TenÃa ganas de quedarme a solas contigo. La verdad que yo siempre habÃa querido tener un niño varón, ya tengo tres mujeres en casa. Tú al parecer quieres imitar a tu madre y hermanas en todo. Como sigamos asà tendrás que cubrirte la cabeza cuando cumplas catorce años. El vecino del quinto, el peruano, me preguntó el otro dÃa en el ascensor que si eras una niña o un niño. Su mujer quiso arreglando diciendo que eras muy guapo y que por eso parecÃas una chica. Yo me sentà avergonzado. De hoy no pasa, vamos a poner el remedio antes de que sea demasiado tarde, antes de que te pongas a jugar con muñecas. Te voy a dejar pelón, como si fueras un balón de reglamento, lo quieras a no. Asà que siéntate en esta silla, por las buenas o por las malas.
-Mi padre en casa no solÃa hablar tanto. Aquello parecÃa uno de los sermones que pronunciaba en la mezquita los viernes por la mañana. Adoptó una posición solemne y sus palabras eran rotundas, como si fueran mandamientos coránicos. Yo me estremecÃ, no me esperaba aquello. Odiaba que me cortaran el pelo. SolÃa burlarme de los chicos de mi clase a los que les cortaban el pelo; les llamaba pelones, reclutas y cosas asÃ. Mi pelo representaba para mà un signo de prestigio social, el sÃmbolo de que yo a mi edad hacÃa lo que me venÃa en gana. Asà se lo hacÃa creer a los de mi colegio. En aquel momento me pareció estar viviendo una terrible pesadilla. Yo me opuse, imploré, supliqué y comencé a llorar. De nada me sirvió. Vi como mi padre, al resistirme a cumplir sus órdenes, se abalanzaba sobre mÃ. Intenté inútilmente escapar de él. Recuerdo que dimos varias vueltas en torno a la mesa redonda de la cocina. Al poco fui capturado. Sentà como sus potentes manos me sujetaban con fuerza. Yo presté resistencia, echando los pies hacia atrás. Todo fue en vano. Arrastras me condujo hasta la silla. Como no querÃa sentarme por las buenas me propinó un par de azotes en el trasero. Acto seguido me sujetó por los hombros y me redujo. Estaba dispuesto a todo con tal de que claudicara de mi actitud. Me amenazó con atarme a la silla, con amordazarme la boca si no dejaba de gritar y gemir. La batalla estaba perdida. SabÃa que mi padre tenÃa toda la autoridad sobre mÃ, que era más fuerte y que cuando se ponÃa asà era mejor obedecer. El culo lo tenÃa resentido de los manotazos con que me acababa de obsequiar. Recuerdo aquel hormigueo y una extraña sensación de calor en mis pueriles nalgas. Ya habÃa dejado de gritar pero seguà sollozando de una manera compulsiva e involuntaria. Mi cabello rubio como el oro acababa de ser sentenciado a muerte.
-Me envolvió en aquella inmensa capa de algodón, de un blanco resplandeciente, como la que se utiliza para amortajar a los recién fallecidos. Me la ató con fuerza al cuello. Acto seguido me peinó hacia atrás, con gran energÃa. Cuando le vi echar mano a aquella maquinilla metálica un escalofrÃo me recorrió todo el cuerpo. La movió amenazante en el aire, como si estuviera realizando un ejercicio de precalentamiento de sus muñecas. Sentà su pesada mano encima de mi cabeza, sujetándola con fuerza. Me encontraba completamente inmovilizado. Me la movÃa de un lado para otro, a su capricho. Al final decidió que lo mejor serÃa dejármela bien agachada, como queriendo expresar que estaba sometido a su voluntad. Me sentà como un siervo ante su señor, cabizbajo y con la mirada perdida. Temblé cuando colocó la maquinilla en mi cuello. Sentà la frialdad del metal. Mi padre empezó a moverla acompasadamente, como si se tratase de un rudimentario instrumento musical de los que usan los beduinos. PodÃa escuchar el sonido de los muelles mientras apretaba con fuerza sus dedos. Mi padre contraÃa y extendÃa la mano de una manera rÃtmica. También sentà un cosquilleo extremadamente placentero. Aquella maquinilla me hacÃa cosquillas y empecé a moverme compulsivamente en la silla. De vez en cuando mi padre me exigÃa que me quedase quieto en el asiento. Cada poco tiempo levantaba la maquinilla y lanzaba al suelo los mechones de mi cabello rubio. Aquel instrumento de tortura, que a la vez me producÃa una extraña sensación de placer, se deslizaba a gran velocidad por mi cabeza inmovilizada. En rededor mÃo tan solo podÃa ver los copos de pelo que se iban acumulando en el suelo.
-Continuó con los laterales. Aquella maquinilla era de las de púas estrechas, de las que pelaban más corto que al cero. Yo en aquella época no entendÃa de estas cosas pero estoy seguro de lo que afirmo. De repente mi padre me levantó bruscamente la cabeza, hasta ponerme mirando hacia el techo. Con su mano izquierda me sujetaba enérgicamente el cuello. Vi avanzar hacia mi frente la maquinilla. Los mechones de pelo seguÃan cayendo hacia el suelo, algunos acababan en la capa, acumulándose en los pliegues del tejido. Pensé que todo habÃa terminado cuando le vi coger el cepillo y pasármelo una y otra vez por mi cráneo de forma esférica. SentÃa frÃo. HabÃa perdido la protección de mi cabello. Sin embargo todavÃa no habÃa acabado aquella terrible tortura. Vi a mi padre acercarse con un recipiente metálico a la fregadera y llenarlo de agua para hacer espuma con el jabón de afeitar y untar en él la brocha. Sentà como me enjabonaba la cabeza y una sensación de frescor. Pacientemente me restregaba las cerdas de la brocha, dibujando cÃrculos. Pensé, inocente de mÃ, que aquello tenÃa como finalidad limpiarme la cabeza. Ya no me iba a cortar más el pelo. TenÃa que animarme a mà mismo, sacar fuerzas de flaqueza, ¡qué confundido estaba!
-Vi como mi padre cogÃa una de sus navajas y la afilaba en un suavizador. Aquella operación la realizaba de forma rÃtmica. Luego se la pasó por la mano y acto seguido me sujetó cuidadosamente la cabeza. Me advirtió que si me movÃa podÃa cortarme y que tendrÃa que llevarme al cuarto de socorro. Allà me darÃan puntos en la cabeza y esto me iba a doler muchÃsimo. Sentà miedo y permanecà inmóvil. La navaja se deslizaba por mi cuero cabelludo con gran suavidad, describiendo franjas. A pesar de mi corta edad supe que las manos de mi padre eran muy diestras usando aquel instrumental. Me estaba rasurando la cabeza un auténtico profesional de la barberÃa. Me dio dos o tres pasadas de navaja, la verdad que perdà la cuenta. Sus manos, un tanto ásperas, me acariciaban el cráneo en busca de algún resto de cabello. Para mà aquella era una experiencia nueva y traumatizante. Me aplicó un aceite de esencias por todo el cuero cabelludo que desprendÃa un aroma a plantas medicinales. Cuando dio por terminada la faena me desató la capa y me llevó al cuarto de baño. Mi padre reÃa de satisfacción al ver a su hijo varón con la cabeza resplandeciente como una bombilla. Mi piel todavÃa no habÃa absorbido el aceite y brillaba como si fuera de marfil.
-Yo no me conocÃa a mi mismo; aquel del espejo no podÃa ser yo. Estaba completamente calvo. No tenÃa ni un solo pelo en la cabeza. Al tocarme el cráneo noté la piel desnuda. Era una sensación inquietante. Recuerdo que me quedé callado. No pude hacer ningún comentario, las palabras no me salÃan. Estaba sufriendo un fuerte shock emocional. Mi padre, al verme tan angustiado, le quitó hierro al asunto. Me abrazó y besó en la mejilla con fuerza, mientras me acariciaba el cráneo. Recuerdo sus palabras:
-Ahora eres mi hijo de verdad, mi chico, mi pequeño machote. Papá va a estar muy orgulloso de ti. Jamás nadie me dirá que pareces una chica. Al que te lo diga te autorizo para que le pegues una patada. Asà me gusta, bien peloncete.
Yo empecé a llorar de nuevo. No sabÃa muy bien lo que me sucedÃa, me encontraba confuso. Aquello, que en principio me pareció un terrible castigo, ahora hasta me gustaba. De uno de sus bolsillos sacó una bolsa de gominolas de las de sabor a fresa y limón que eran las que más me gustaban. La sorpresa se habÃa hecho esperar.
Al dÃa siguiente acudà a clase con un gorro de lana. Intenté en vano ocultar mi rapado cráneo. En mis oÃdos resonaban las crueles burlas de mis compañeros. Me defendà lo mejor que pude. Me peleé con un par de chicos y recibieron su merecido. Curiosamente desde aquel dÃa las relaciones con mi padre fueron más fluidas. A pesar de que tengo casi treinta años jamás me planteo desobedecer una orden suya. Mis hermanos más pequeños se tienen que cortar el pelo cuando él se los manda. Acuden a mi barberÃa corriendo porque todos saben lo que le ocurrió a su hermano el de los ricitos de oro.
English Translation of the story
The story I will tell you really happened to a Moroccan ,
natural city boy Tangier. Currently owns several businesses. Often I go to a
barber who runs . It has several barbers employees , the majority of his
relatives . We got to talking and I amicably we became interested in facial ,
unfit traits for a young Arab race. He explained that in the past the city of
Tangier was settled by people from northern Europe. This explains why some of
them have blond hair and blue eyes . But what I will tell originated from a
phrase uttered forcefully " small blonde was more ." He told me the
following:
- I was even more small blonde . My father was the
culprit for me to darken hair. My family and I arrived in 1991 to Spain . My
father had served as a barber in a very poor neighborhood of Tangier. Only knew
how to do the basics. In small hairdresser came mainly older men and kids. All
of them got the razor , gave them no choice. For most children , especially in
summer , after peeling to zero with those as old hand clippers , shave their
heads . She lathered and left them the razor and the mondo lirondo skull,
without a shadow of hair. Also the old place were accustomed to shave the hair
while the beard. A very high percentage of customers without a single hair out
, like billiard balls .
My father when he came to Spain worked in other sectors that
had nothing to do with the barbershop. He realized that these brutal shaved I
used to do here in Morocco did not have followers. At home in a drawer in the
kitchen, and lovingly kept perfectly ordered his prized tool. Even frequently,
despite not use , oiled manual razors so they were ready for use , preventing
it to rust .
At that time I was his only son . All my family loved me and
marveled blond wavy hair ; especially the women of the family were compliments
of my hair. My father was the imam of the city in which we lived and was always
very busy, spent little time at home ; just saw him at mealtimes and at night .
But as I got older, on reaching the age of seven, he began to dislike the
length of my hair. He was a taciturn man and little given to express their
feelings. Was offended on more than one occasion because a fellow countryman
had told him that he looked like a girl. For a Muslim , so jealous of their
beliefs as he was , that was a serious offense. The Koran explicitly condemns
view a male and female clothes takes own female poses . He knew that the blame
for everything that had it the length of my hair. He was keeping to himself all
his resentment and bitterness , waiting to find the situation more conducive to
act accordingly.
Unfortunately for me , that day came . My mother and my
older sisters had to leave quickly to Morocco because my grandmother was
serious . We were my father and me alone in the house. As you say here, the
time the painted bald , and never better . My father had requested some
vacation days to take care of . It was the only one who could take care of me
because I was still too small to make a quick trip ; also could not miss school
days. At that time we were sort of pioneers , coming from the Maghreb , we work
for the prosperous Europe. In provincial towns and peasants had barely knew
very few people . What was clear was that my father would not find a better
chance than that to implement his evil plan. Not have to bear the pleas of my
mother and sisters, who very subtly used to get away with it . I remember it
was a Sunday afternoon . Dad and I were eating in the kitchen. He looked at me
in a very strange way . I knew that being with him alone could not have my
usual female support. I scratched my head involuntarily . My father, with those
deep dark eyes stared at me and got his first recrimination :
You're going to fill the lamb hairs. Now you have
dirty hands from time scratching your head . I'll put this under today , as we
finish eating. Hurry , do I have a surprise .
With seven knew not capture the subtle irony employed by my
father. I even figured it would make me some gift , some sweets reserved for
after the meal . I remember I ate faster than usual. Once we had finished I
helped clear the table . Wanted him to be happy ; What is the surprise that I
had booked?
I watched as he headed to the kitchen drawer where he kept
his things . On more than one occasion he had hidden there a toy for me. He had
a key , which never left , with which he opened the mysterious box . No one
else had access to your content. I saw him tangled in your tool. He pulled out
a large white cloth , huge, I had it wrapped in a brown paper used in the
hardware stores. After ordering I saw your tool. The carefully placed above the
kitchen table . I was expectant ; 'd just wanted asap with anyone ceremonial .
I wanted to immediately enjoy the surprise that I had promised . But my father
, with patience and thoroughness , was instrumental in depositing all his
former profession : manual razors , chrome and shiny ; its set of blades ,
inherited from an uncle with whom he learned the trade , a metal cup; a brush
with wooden handle ....
He began to grease the winches with a special oil ; wanted
them in perfect condition. I was beginning to get impatient . For me it was all
boring , a waste of time . However I did not protest because I knew I had to
lose. My father punished me without any of the punches if I faced her
authority. He already had experience of it . Do not want to lose my gift. I
remind myself bored , staring out the window, eyeing the clock. Finally
finished with all that. I thought it was absurd to care much if you do not
tackle those would use to anyone. In my seven years of life I do not remember
having seen anyone cut hair . To me what I retouched my mother with scissors
with pearl handle . In most occasions my father had complained that the bangs I
almost reached the tip of the nose . Arab women , as you say here , you know
have left hand and pretend to obey their husbands although deep his holy will
be done . To my dismay there was no support , was like Westerns " at high
noon ." My father gave me a somewhat sinister look and smirked before
communicating what I expected :
- Now is neither the mother nor sister to the nice boy hide
in her skirts . I wanted to be alone with you. The truth that I had always
wanted a boy , and I have three women at home. You seem to want to imitate your
mother and sisters around . As well you will have to continue to cover your
head when you turn fourteen. The fifth neighbor , Peru , asked me the other day
in the elevator if you were a girl or a boy . His wife wanted arranging saying
you were very handsome and therefore seemed a girl. I felt ashamed. Today does
not pass, we will put the remedy before it is too late , before you put to play
with dolls. I'll leave bald , like you're a regulation ball , I want to no. So
sit in this chair , by hook or by crook.
My father used to talk not home much. It looked like one of
the sermons that spoke at the mosque on Friday morning. Adopted a formal
position and his words were emphatic , like Quranic commandments. I shivered ,
I did not expect that. I hated that haircut . I used to make fun of the guys in
my class who cut their hair; called them bald , recruits and stuff. My hair
represented for me a sign of social prestige , the symbol of my age I did what
I came to win . This is what led to believe from my school . At that time I
seemed to be living a terrible nightmare. I refused , begged , pleaded and
began to mourn . Nothing helped me . I saw my father , to resist to fulfill
their orders, rushed upon me . I tried vainly to escape it . I remember it took
several laps around the round kitchen table . Soon I was captured . I felt his
powerful hands held me tightly. I paid resistance , throwing back foot . All to
no avail . Drag led me to the chair. Not wanting to sit by good I landed a
couple of strokes on the back . He then grabbed me by the shoulders and cut me
. He was willing to do anything that claudicara my attitude . He threatened to
tie me to the chair, mouth gag if not stop screaming and moaning. The battle
was lost . I knew my father had full authority over me , which was stronger and
he was like that when it was better to obey. The ass was so resentful of swipes
with me just give away . I remember that a strange tingling and warm sensation
in my childish buttocks. He had stopped screaming but I kept sobbing of a
compulsive and involuntary . My blond hair as gold had just been sentenced to
death.
- I wrapped the immense cotton coat , gleaming white , like
that used to shroud the newly deceased. I tied tightly around his neck. Then I
combed back, with great energy. When I saw him fall back to that razor wire me
a shiver through his body . The moved menacingly in the air , as if performing
a warm-up their wrists. I felt his heavy hand on my head, holding her tightly .
I was completely immobilized . I moved it from one place to another , on a whim
. He decided that maybe it would lend to me either bowed , as if to say that he
was subject to his will. I felt like a servant to his master , head down and
staring . I shivered when he put the razor to my neck. I felt the coldness of
the metal. My father began to move rhythmically , as if it were a rudimentary
musical instrument used by the Bedouins. I could hear the sound of the springs
as he pressed his fingers hard . My father contracted and extended his hand in
a rhythmic manner . I also felt extremely pleasant tingling . That tickled my
razor and started to move compulsively in the chair. Occasionally my father
required me to stay still in the seat. Every so often lifted the razor and
threw down the strands of blond hair. One instrument of torture , which in turn
caused me a strange feeling of pleasure, slid at high speed on my head
immobilized . In mine around could only see hair flakes that accumulated on the
ground.
He continued with the side . That the razor was narrow
spikes, of which peeling shorter than zero . At that time I did not understand
these things , but I am sure what I am saying . Suddenly my father abruptly
lifted my head to myself staring at the ceiling . With his left hand he held
the neck vigorously . Vi move towards my brow razor . The locks of hair were
falling to the ground , some ended up in the layer , accumulating in the folds
of the fabric. I thought it was over when I saw him take the brush and have fun
again and again for my spherical skull . He felt cold. He had lost the protection
of my hair. But it was not over the terrible torture. I saw my father
approaching with a metal bowl to the sink and fill it with water to lather up
with shaving soap and brush it spreads . I felt like I lathered head and a
feeling of freshness. I patiently rubbed the bristles of the brush, drawing
circles . I thought , innocent me , that it was intended to wipe my head. Now I
would not cut the hair more . I had to cheer myself , take heart of grace ,what
was confused !
I watched as my father grabbed one of his knives and
sharpened on a strop . That operation is performed rhythmically . Then he
passed by the hand and immediately I grabbed his head carefully . He warned me
that if I moved he could cut and would have to take me to the emergency room .
There I would point to the head and this was going to hurt like hell . I was
scared and I remained motionless. The knife slid down my scalp very gently ,
describing stripes . Despite my young age I knew that my father's hands were
very skilled using that instrument . I was shaving my head a real professional
barbershop . He gave me two or three strokes of knife, the truth I lost count .
His hands , a little rough , I stroked the skull for any remaining hair. For me
this was a new and traumatizing experience. I applied an oil essences all over
the scalp that gave off an aroma of medicinal plants. When the job was
terminated layer untied me and took me to the bathroom . My father laughed
satisfaction at seeing his son with the shiny head like a light bulb. My skin had
not yet absorbed the oil and shone like ivory .
- I do not know myself ; mirror that could not be . He was
completely bald. Had not a single hair on his head. When you touch me I noticed
the skull bare skin. It was an eerie feeling . I remember I kept quiet. I could
not comment , the words would not come out . He was suffering a strong
emotional shock. My father , seeing me so upset , took iron case . He hugged me
and kissed my cheek hard as I stroked the skull. I remember his words :
- Now you really are my son , my boy , my little macho . Dad
will be very proud of you. Nobody ever tell me you look like a girl. When I
tell you that you authorize to hit a kick. So I like it, well peloncete .
I began to mourn again. I was not sure what happened to me ,
I was confused. That , initially seemed a terrible punishment , now and I liked
it. From his pocket he pulled out a bag of jelly beans flavored strawberry and
lemon were the ones I liked . The surprise was waiting.
The next day I went to class with a wool cap . I tried in
vain to hide my shaved head . In my ears rang the cruel taunts of my
classmates. I defended myself as best I could. I fought with a couple of guys
and I got what they deserved . Interestingly since that day my father
relationships were more fluid. Although nearly thirty years I have never wont
to disobey his command . My younger siblings have to cut hair when he sends .
Go to my barber running because everyone knows what happened to her brother of
Goldilocks .
Barbero Militar: A story for Spanish readers
Reviewed by Ritz
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